Elogio de la aventura
Reivindicar la aventura. Este podría ser el ideal programático de una nueva época en la que el futuro ha recuperado su condición verdadera y muestra de golpe sus zonas oscuras, los interrogantes y las dudas que siempre lo habían caracterizado. Reanimadas por la crisis, palabras como ‘riesgo’, ‘incertidumbre’ o ‘inestabilidad’ han regresado a nuestro vocabulario después de décadas de exilio en las que creímos que el devenir estaba bajo control. Hoy estamos abocados al viaje incierto y azaroso, alejado de lo previsible y familiar. Pero, ¿qué encontramos cuando estamos perdidos? ¿Qué horizontes se abren más allá de los límites, cuando nos desviamos del camino para deambular, explorar o divagar? ¿Acaso no es también ese impulso hacia lo desconocido la semilla del conocimiento, el detonante de la creación artística, la condición necesaria para imaginar y descubrir otros mundos? Los horizontes que habremos de explorar nosotros, aventureros contemporáneos, serán las vías alternativas, los caminos secundarios que nos lleven a descubrir nuevas maneras de habitar este mundo.
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En este momento de pesimismo político, ¿es posible concebir un cambio radical, una verdadera transformación social? ¿Tiene sentido recuperar la utopía? ¿Podemos aún imaginar el futuro? Los horizontes que habremos de explorar nosotros, aventureros contemporáneos, serán las vías alternativas, los caminos secundarios que nos lleven a descubrir nuevas maneras de habitar este mundo.