Después de la notícia. Documentales postmedia

En un mundo que respira representación mediática, cualquier noticia está sometida a las leyes del espectáculo. La primera de ellas es que todo acontecimiento es efímero por definición. Cualquier noticia desaparece de escena cuando deja de ser novedad. Y puede dejar de serlo porque ha aparecido otra considerada igual o más importante; o porque el público –educado para exigir siempre cosas nuevas, en una especie de zapping permanente de la realidad– ya no le presta tanta atención. Cuando las noticias ocupan la primera plana, las cámaras presiden la situación. El acontecimiento es aquello que está bajo los focos y en el ámbito de captación de los micrófonos. Todo el mundo adopta la actitud de actor de la sociedad del espectáculo cuando las cámaras se acercan, ya sea en la acción de gobierno o en la protesta, en la guerra o en la paz.

Pero un día –por lo general bastante pronto– cámaras y micrófonos se van. Y ya estamos en el después de la noticia. ¿Entonces,qué? ¿La verdad? ¿La realidad? Es este territorio en el que indaga la exposición. Intentando indagar en acontecimientos ya muertos para la sociedad espectáculo (como el caso del naufragio del submarino soviético Kursk) o transitoriamente ocultados por otros acontecimientos (como el conflicto de Palestina durante la guerra deIrak). Tratando de encontrar la cara oculta y reveladora de algunos acontecimientos aparentemente sin importancia (como un carnaval en el País Vasco) o tratando de restaurar el sentido de noticias efímeras que tienen que ver con el campo de las experiencias singulares (como una historia de afasia visual).

De la gran noticia a la experiencia personal, que nunca tendrá otro lugar en el diario que no sea el de las curiosidades, siempre hay un después. Y en este después la gente ya no se siente incitada por el espectáculo, sino confrontada con la realidad cuotidiana – que siempre provoca resaca cuando resurge, ya sin las cámaras–. Estos momentos –la sombra alargada de los acontecimientos– a veces son breves, otras muy largos, como en Ruanda, donde todavía se cuentan los muertos del genocidio y todavía se descubren más. Y han pasado nueve años. Es como un trabajo de restauración de la realidad. Cierto que para volverla a abocar en el espacio mediático en forma de imagen. Pero enriquecida por el paso del tiempo, por la experiencia reconstruida, por la reflexión distanciada. Es decir, más compleja, más matiza, menos obvia que cuando, en plena noticia, da la vuelta al mundo.

Estamos, pues, delante de un trabajo de reconstrucción del imaginario y de ampliación de la perspectiva sobre el acontecimiento. Un trabajo de fondo que consiste en estirar el hilo del acontecimiento sabiendo que si desenredamos una madeja encontraremos otra. Al fin y al cabo no se necesita ser nietzscheano para saber que todo es interpretación, interpretación de la interpretación.

La muestra reúne desde conocidos realizadores de documentales, como Peter Forgács y The Labyrinth Project, Chantal Akerman, Alan Berliner, Johan van der Keuken y Joaquim Jordà, hasta jóvenes artistas que han adoptado el registro documental como una extensión de sus prácticas estéticas, como Asier Mendizábal e Iñaki Garmendía, Ursula Biemann y Angela Sanders, Vahida Ramujkic y Laia Sadurní. La fotografía está representada por Hannah Collins, Allan Sekula y Bruno Serralongue, así como el trabajo de origen más periodístico, con Stanley Greene y Patrice Barrat. Puesto que «Después de la noticia» examina la definición de la práctica documental, se incluyen, asimismo, testimonios del escritor G. W. Sebald, cuyas novelas destacan por una productiva ambigüedad entre ficción y documental.