Especies inanimadas

En 1971 un grupo de ingenieros diseñó el primer microprocesador comercial de la historia, el Intel 4004. Este acontecimiento marcó un momento decisivo en la historia reciente ya que, por primera vez, fue posible trasladar inteligencia a un objeto inanimado, lo que abrió una nueva era en el desarrollo tecnológico y la aparición de un nuevo imaginario tecnocapitalista. 

Curiosamente, mientras la humanidad iniciaba un proceso interminable basado en el perfeccionamiento y el aumento del poder de esta nueva inteligencia artificial, la vida salvaje del planeta empezó a extinguirse a un ritmo exorbitante. Según un estudio publicado en 2014 por WWF, desde 1970 la humanidad ha exterminado el 50% de las especies del planeta. Parece que podría darse una correlación entre la ubicuidad de los microprocesadores, el aumento de su potencia computacional y la aceleración de los procesos de extinción. Para ilustrarlo, esta instalación establece un vínculo entre el crecimiento exponencial del microprocesador y la disminución tanto del número como de la diversidad de especies, en particular los insectos, que forman parte esencial de nuestra infraestructura ecológica y que han ido disminuyendo a niveles alarmantes, con informes que sugieren que una cuarta parte de los insectos se podrían eliminar en solo una década.

La instalación Especies inanimadas pretende destacar la sustitución, sutil pero continuada, del orden natural por el avance tecnológico y reflexiona, no solo sobre la canibalización de las ecologías, sino también sobre la problemática de visibilizar el cambio climático. En definitiva, Especies inanimadas se propone exponer los vínculos entre la explosión del tecnocapitalismo, la aceleración del cambio climático y el declive de los ecosistemas esenciales.

Proyecto desarrollado en el marco de la Beca Leonardo a Investigadores y Creadores Culturales 2020 de la Fundación BBVA.