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Exposición

El salvaje europeo

Aunque de un tiempo a esta parte asociemos el término salvaje a los pobladores primitivos no occidentales, el concepto de salvaje es una creación europea de origen griego que caracterizaba como tales a quienes se encontraban fuera de la civilidad: seres bestiales, primitivos, amenazadores y peligrosos que vivían muy cerca, pero más allá de la polis y de sus normas.

La muestra surge de las tesis desarrolladas por el antropólogo Roger Bartra en sus libros El salvaje en el espejo (1992; 2ª ed. en Ediciones Destino, 1996) y El salvaje artificial (Era/UNAM, Mèxic, 1997), y por la escritora Pilar Pedraza en La bella, enigma y pesadilla (Tusquets) y Máquinas de amar(Valdemar). El CCCB propuso a ambos intelectuales el comisariado de la exposición que presentamos.

Aunque de un tiempo a esta parte asociemos el término salvaje a los pobladores primitivos no occidentales, el concepto de salvaje es una creación europea de origen griego que caracterizaba como tales a quienes se encontraban fuera de la civilidad: seres bestiales, primitivos, amenazadores y peligrosos que vivían muy cerca, pero más allá de la polis y de sus normas.

El concepto de salvaje europeo se ha transformado con el paso del tiempo. El salvaje griego es una criatura ambigua, medio humana medio animal y emparentada con los dioses (centauro, sátiro, cíclope) que vive en la naturaleza y no tiene pretensiones de conquista, a diferencia de los bárbaros. En la edad media, los salvajes se convierten en hombres silvestres y ermitaños cubiertos de vello. A partir de la conquista de América, pueblos enteros cayeron bajo este tópico, que dificultó su conocimiento y borró sus contornos humanos. Durante los siglos XVIII y XIX, con los adelantos de la ciencia y el mayor conocimiento del cuerpo y la mente, el salvaje se cuela por los resquicios interiores de la conciencia occidental. Se habla entonces del "salvaje interior": aquella parte de nosotros mismos que no nos reconocemos, el monstruo desconocido que nos habita.

Hoy, el salvaje encarna a quien habita entre nosotros, pero responde a una alteridad que no acabamos de asimilar. El Otro que resulta amenazador para nuestro modo de vida (marginados, lumpen, emigrantes, tribus urbanas...).

La muestra que presenta el CCCB recorre la representación iconográfica de la figura del salvaje europeo a través del arte: Ribera, Goya y Buñuel; Dürer, Mantegna y Bocklin; Salvatore Rosa, Gustave Moreau y Cindy Sherman; Swift, la "fábrica" Marvel y George F. Watts... Así como en todas sus acepciones: sátiros y centauros, ermitaños y silvestres, brujas y yahoos, hombres elefante y mujeres barbudas o héroes populares como Tarzán y la Mujer Pantera.

Comisariado: Roger Bartra, Pilar Pedraza

0 - INTRODUCCIÓN: EL SALVAJE EUROPEO

Los bosques, las islas y los desiertos de la imaginación europea están poblados, desde los tiempos antiguos, por hombres y mujeres salvajes. Aunque son seres míticos imaginarios, los europeos han estado siempre convencidos de su existencia. Los salvajes encarnan una de las más arraigadas creencias de la cultura occidental: la idea de que muy cerca y a veces incluso dentro de nosotros existe el Otro: un mundo poblado de seres no plenamente humanos, primitivos, amenazadores y peligrosos. Son similares a nosotros, pero están marcados por una alteridad que les deforma o les roba el alma, la conciencia, el habla y la civilidad. Pero en algunos casos están armados de una inquietante inteligencia...

Los salvajes europeos son personajes híbridos y anormales que mezclan en un mismo cuerpo rasgos humanos y atributos bestiales. Sus características físicas varían según las regiones y las épocas, pero casi siempre están dotados de una piel velluda y, a veces, de otros rasgos animales, como las patas, la cola o las orejas. Su lado humano permite reconocerlos como seres blancos y de rasgos claramente europeos. No son una representación de pueblos lejanos y exóticos. Tampoco son fruto de la intromisión de lo demoníaco en los asuntos humanos. Son la presencia de la naturaleza en el seno de la cultura y de lo bestial dentro de lo civilizado. Son también la reducción de la plural alteridad a un único estereotipo.


1 - ENTRE EL HOMBRE Y LA BESTIA

A.
Las antiguas tradiciones grecolatinas y judeocristianas confluyen en la figura del homo sylvestris medieval y renacentista. Esta figura salvaje forma parte de una humanidad alterna y paralela, que no desciende de Adán y Eva. No tiene su origen en el pecado original y, por ello, los habitantes del mundo salvaje carecen de vergüenza, sus instintos sexuales no conocen freno y van desnudos.

Estos salvajes europeos suelen ser incapaces de hablar, llevan un garrote, viven en lugares desiertos, en las montañas, en los bosques y en islas remotas. La literatura los ha reflejado en los más inquietantes personajes: el Calibán de La tempestad de Shakespeare y las serranas que asaltan a los peregrinos en el Libro de buen amor del Arcipreste de Hita.

En ocasiones las penas y los desengaños amorosos provocan la transformación de un caballero en un auténtico salvaje que se retira desnudo a la soledad de los bosques, donde vive unas veces sumido en la tristeza y en otras, poseído por la furia, como el Cardenio descrito por Cervantes y el Orlando retratado por Ariosto.


B.
Las más antiguas representaciones plásticas del salvaje europeo las hallamos en la cultura griega. Las imágenes de los sátiros y los centauros que acosan a las ninfas y que enloquecen con el vino han dejado huellas perennes en el arte europeo. La mitología grecorromana nos ha legado la idea de una naturaleza agresiva que amenaza a la cultura con la exuberancia de seres agrestes fantásticos.

A la lista de seres salvajes antiguos hay que sumar a las temibles amazonas, a los formidables cíclopes de un solo ojo, a los silenos, a los lúbricos faunos romanos, a las enloquecidas ménades o bacantes y a las mismas ninfas montaraces que viven en los arroyos y las fuentes del bosque.

Estas figuras míticas salvajes imprimieron sus rasgos físicos y morales en la imagen estereotipada de los hombres salvajes desnudos del medioevo y el Renacimiento.


2 - TRAGICOMEDIA DEL SALVAJE

El mito del europeo salvaje no es estático. Una de sus más extraordinarias mutaciones ocurrió a finales de la edad media y durante el Renacimiento. El salvaje violento y agresivo se convirtió en un personaje dulce y noble integrado a una tranquila vida familiar. La secuencia de los dos grabados de Durero y la pintura de Altdorfer muestra en forma teatral y casi cinematográfica la nueva situación. Durante el primer acto se presenta la sorprendente paradoja: el sátiro es un amable padre de familia que toca un instrumento para alegrar a su esposa, una bella ninfa, y a su hijo pequeño.

En el segundo acto, un violento personaje femenino, el único que no va desnudo, arremete con rabia acaso civilizatoria a la familia del sátiro. Pero aparece un bello hombre salvaje musculoso que interpone su garrote para proteger a la asustada pareja. El niño ha huido aterrorizado. Hay otra mutación interesante: el hombre salvaje ya no es un ser peludo.

El misterio de estos dos grabados de Durero se resuelve gracias a la pintura de Altdorfer, de 1507, que constituye el tercer acto: la familia del sátiro se tranquiliza, mientras el salvaje desnudo persigue y atrapa a la mujer vestida, a la que posiblemente raptará y violará en un cuarto acto que no vemos. Pero podemos imaginar que el salvaje se venga de la civilización que lo ha provocado...


3 - EL SALVAJE DOMESTICADO

Las tendencias que veían en el hombre salvaje una alternativa escapista a los males de la civilización llegaron a una paradoja: era necesario "civilizar" al salvaje para convertirlo en un modelo idílico. En este tapiz de Basilea los salvajes tienen una apariencia infantil y están entregados a labores agrícolas como si fueran juegos inocentes.

Los hombres y las mujeres salvajes han abandonado el bosque y, luciendo alegres pelambres azules y rojos, se entregan a actividades productivas. El tapiz, realizado hacia 1480, nos presenta el multicolor panorama de una utopía campesina.

Un velo de felicidad pastoral y campesina oculta completamente al salvaje como potencia erótica incontrolada, como violencia natural desencadenada y como una peligrosa grieta en el orden cósmico por donde puede derramarse el caos. Hacia finales de la edad media, los hombres salvajes comienzan a ser domesticados. El ser feroz se convierte en el símbolo de la vida idílica, en una criatura que vive en armonía con la naturaleza.
Estos salvajes prefiguran al noble salvaje exaltado por los filósofos ilustrados del siglo XVIII. Antes que Rousseau, el mito de los salvajes había explorado la idea de que los seres primigenios no eran malvados por naturaleza.


4 - EL SALVAJE Y LA CULTURA DE MASAS

El apogeo de la prensa, las editoriales, el cine y demás medios de masas ha provocado en los siglos XIX y XX la divulgación de la figura del salvaje y lo ha acercado a los jóvenes y a los niños, como hicieran en el pasado los cuentos populares. Partiendo de modelos literarios anteriores, los creadores modernos han modelado a sus héroes a la manera del noble salvaje de Rousseau, de Robinson Crusoe o de los yahoos de Gulliver. El salvaje mediático no siempre es un personaje positivo. Como el homo sylvestris medieval, tiene un carácter ambivalente y a veces es inquietante y peligroso.


5 - EL SALVAJE DE DIOS

El cristianismo absorbió la idea pagana del salvaje y la asimiló a la antigua tradición religiosa, de raíz judaica, que había creado una idea abstracta y moral de la alteridad salvaje. Esta idea cristalizó en la imagen del desierto. Allí los cristianos, con el objeto de probar la fuerza de su fe, se enfrentaban a una naturaleza salvaje vacía, llena de tentaciones y peligros. Durante la prueba a veces se convertían en santos salvajes que vivían desnudos en el desierto, con el cuerpo lleno de vello. En la imaginería cristiana Juan el Bautista, que había llegado del desierto, era presentado como un ser agreste. Son conocidas las imágenes de san Jerónimo penando y de san Antonio siendo tentado, ambos en el desierto.

En el vacío salvaje, la vida primitiva de los monjes y santos ermitaños auspiciaba una comunión con la divinidad. Es el caso de Onofre, el monje tebano que se retiró como salvaje a una cueva del desierto. Otros se aislaban en lo alto de una columna. La obra maestra de Luis Buñuel, Simón del desierto, es una visión surrealista de la existencia de estos estilitas de la Tebaida.

Los más famosos santos salvajes son María Magdalena y Juan Crisóstomo. Asociados ambos a la lujuria, viven un largo período de penitencia convertidos en salvajes velludos en la soledad de los lugares abandonados por los hombres.


6 - ESPECTÁCULO Y ENFERMEDAD

Tanto en las cortes y las ferias como en los circos y museos, se han exhibido durante siglos personas exóticas o aquejadas de anomalías: indios, náufragos, niños salvajes, hombres y mujeres velludos y criaturas deformes. Han sido tenidos y presentados como salvajes o híbridos animales. Su primera edad de oro fue el Barroco, y la segunda, el siglo XIX, cuando empresarios avispados como Phineas Taylor Barnum fomentaron la moda de los espectáculos con freaks. Desde el siglo XX la ciencia se ha hecho cargo de estas criaturas. Las más cercanas al salvaje europeo medieval son los llamados niños salvajes, de los que se tienen varias referencias en la Europa moderna. Víctimas de abandono por su mal desarrollo mental o viceversa, adoptados por alguna hembra animal, los niños salvajes han vagado por los campos hasta ser capturados, exhibidos bajo las carpas de los circos y quizá violentados por la ciencia y finalmente adoptados por el cine, al otro extremo de los superhéroes.


7 - LA MUJER SALVAJE

La modernidad ha imaginado que en el tejido de la civilización hay peligrosos orificios por los que se filtran las fuerzas salvajes de la naturaleza. Estas desgarraduras suelen tener un carácter femenino en el pensamiento misógino de la cultura burguesa. Como madre, la mujer está supuestamente más cerca de la naturaleza que los hombres. Su útero es un túnel que comunica directamente con incontrolables fuerzas salvajes. La mujer es potencialmente salvaje desde el momento en que no se la considera del todo humana, como en la edad media, o cuando su humanidad es de inferior rango a la del hombre, como muchos filósofos y científicos proclamaron en los siglos XIX y XX. Este salvajismo se manifiesta en el aquelarre tanto como en las expresiones "místicas" de la histeria.


8 - EL SALVAJE INTERIOR

Detrás de la mirada impasible de un príncipe del Renacimiento puede agazaparse un vampiro empalador. En los cuentos, los ogros acechan para descuartizar y devorar a los durmientes. Un trago de alcohol convierte a una madre en una ménade. Una hermosa joven extranjera alberga una fiera en su interior. Un científico bienintencionado libera a su implacablemente malvado Otro yo. La modernidad nos ha hecho saber una lección esencial: la de que el salvaje que creímos ubicado en los montes y los páramos habita en realidad en nosotros y es más fácil desencadenarlo que hacerle regresar a su guarida. Las ciencias y las artes como el psicoanálisis, la antropología, la pintura simbolista y el cine nos han enseñado mucho a este respecto, pero sólo una conciencia amplia y abierta de la humanidad puede evitar que se caiga en la tentación de poner a los demás -antes que a nosotros mismos- el rótulo de salvaje, que suele ser excusa para los peores abusos.

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